Murió Jorge González, un hombre bueno que nunca encontró su lugar en el mundo
BUENOS AIRES -- Al enterarme del fallecimiento de Jorge Gigante González la imagen de aquel niño enorme que conocí en marzo de 1983, en Resistencia, Chaco, se reflejó en mi mente como si el tiempo no hubiese transcurrido.
Iba a presenciar el Campeonato Argentino de Básquetbol de Formosa, junto con el colega Miguel Romano. Hice una parada en Resistencia y Carlos Lutringer, un histórico basquetbolista chaqueño, nos invitó a ir a la cancha del Hindú Club de esa ciudad para ver a un chico de una altura increíble.
Ante nosotros apareció el formoseño Jorge González, de 16 años, 2,15m de estatura, unos 170 kilosgramos de peso, con un enorme rostro redondo, poseedor de una mirada dulzona, propia de quienes trasmiten una enorme bondad y paz interior.
Le pregunté a Lutringer si el joven era normal: "Por ahora es muy torpe en sus desplazamientos. Es inteligente y aprende lento, pero aprende", me respondió. Insistí: "Quiero saber si sus padres son tan enorme como él o si puede padecer alguna enfermedad". Lutringer reaccionó rápidamente: "La familia es de físico normal, pero él no: padece de gigantismo. Lo hicieron revisar por médicos y según me dijeron no tiene nada anormal".
Esa respuesta no me conformó. Quedé con muchas dudas. Lamentablemente mis sospechas se confirmaron con el transcurso del tiempo. Esta es la triste historia del buenazo Gigante González, a quien lo usaron y después, cuando más necesitaba ayuda y cariño, lo dejaron abandonado a la buena de Dios.
TRAYECTORIA
El Gigante González fue el primer jugador argentino en ser elegido en un draft de la NBA y fue adquirido por Atlanta Hawks.
Jugó en Hindú Club de Resistencia, Gimnasia y Esgrima de La Plata (en el plantel que ascendió en la Liga Nacional), Sport Club de Cañada de Gómez. Integró los seleccionados argentinos en el Campeonato Sudamericano de Medellín 1985, en el Mundial de España 1986 y en el Preolímpico de Montevideo 1987.
Fue luchador en los Estados Unidos y Japón. Participó en series de televisión y en películas. En 1995 le detectaron gigantismo acromegálico, que lo postró definitivamente y determinó su muerte a los 44 años.
BASQUETBOLISTA POR CASUALIDAD
Jorge nació el 31 de enero de 1966 en El Colorado, Formosa. A los 14 años medía 1,88m y pesaba 90 kilos. Era el chiquilín grandote del pueblo.
Un día se levantó como siempre a media mañana y a pesar de las advertencias de su madre, rumbeó para el bar El Tufo, con intenciones de jugar al billar. Unos parroquianos le pidieron que fuera al almacén de enfrente a comprar cigarrillos. Por casualidad se cruzó con Oscar Rozanovich, un viajante allegado al Hindú Club de Resistencia, que al verlo no dudó en conectarlo con la institución.
El club chaqueño lo contrató. El 24 de septiembre de 1982 llegó a la capital de Chaco y tuvo su primer contacto con la pelota naranja, destinada a cambiar su existencia por completo.
CAMINO A LA FAMA
A pesar de sus desplazamientos lentos y bastante previsibles, el entrenador León Najnudel, ideólogo de la Liga Nacional, se sintió atraído por la altura del joven. Y recomendó su contratación a los dirigentes del Gimnasia y Esgrima de La Plata.
Najnudel dirigía por ese entonces al seleccionado nacional. Incluyó al Gigante, que paulatinamente crecía y crecía, en el plantel para el Campeonato Sudamericano de Medellín 1985. Antes, se presentó en sociedad el 6 de julio de ese año, en Cuba, donde Argentina venció a con un combinado local por 82 a 74.
A donde iba, su presencia causaba asombro. Los niños lo rodeaban, lo tocaban, le pedían autógrafos. Jorge los acariciaba y sonreía. Un año más tarde estuvo en el plantel argentino que disputó el Mundial de España, mientras que, militando para Gimnasia, alcanzó el ascenso a la Liga Nacional.
En 1987, con una notable mejoría en su juego, a partir de la soltura que fue adquiriendo en sus movimientos, González fue transferido a Sport Club de Cañada de Gómez, aunque no pudo jugar mucho porque sufrió una rotura de ligamentos que lo mantuvo al margen de la actividad por meses.
González tuvo su año de gloria en 1988, con un promedió 22.3 puntos en Cañada durante la Liga y brilló con el seleccionado en el Preolímpico de Uruguay ante rivales de la talla de Piculín Ortiz, Ramón Rivas, Israel. Su labor en Montevideo le abrió la puerta de los reclutadores estadounidenses de la NBA, que lo seleccionaron para el draft.
Atlanta Hawks lo eligió en el cuarto lugar. Un agente de esta franquicia le comunicó al dueño del equipo sobre un formoseño de 22 años, 2,20 mts (después llegó a 2,31) y que calzaba 56. Entonces Turner -dueño del equipo- mandó un emisario que arregló las condiciones y por 30 mil australes se llevó al Gigante a los Estados Unidos.
NI LA NBA NI EL BASQUET...
Aunque finalmente no debutó, tuvo jornadas de entrenamiento, pero poco a poco fue abandonando la práctica del básquet debido a los problemas físicos provocados por su crecimiento. Además, semejante físico le impidió adaptarse a las exigencias del básquet estadounidense.
Al llegar se sorprendió. Ya no era un fenómeno, estaba rodeado de hombres como él. Jorge se convirtió en el segundo jugador más alto de la NBA, apenas superado por un centímetro por el africano Manute Bol, quien jugaba para el Washington Bullets. Pero para poder jugar tuvo que bajar más de 20 kilos.
Trató de adecuarse al ritmo solicitado para desenvolverse en ese ambiente, sin encontrar en su cuerpo respuestas válidas y el técnico del Atlanta, Mike Fratello ya pensaba en reemplazarlo, cuando Cazzie Russel, ex estrella de los Knicks, le dijo: "Ser alto no es suficiente y es necesario que aprendas a correr y a moverte para poder quedarte en la NBA".
Comprendió de inmediato la situación. La estatura lo había catapultado y a la vez le jugaba en contra.
LUCHA LIBRE Y PELÍCULAS
Entonces, le hicieron la propuesta de ser luchador profesional en los Estados Unidos. Con el nombre de Giant González debutó en un espectáculo el 19 de mayo de 1990.
De inmediato fue tentado para ingresar a la Federación Mundial de Lucha y competir así en los campeonatos Mundiales de la disciplina (WCW). Aceptó la propuesta. Transformado en un famoso luchador, Giant González realizó giras por distintas ciudades como Nueva York, Miami, Chicago, Dallas, Sacramento y Las Vegas.
Durante esa etapa, su imponente presencia física despertó el interés de productores televisivos estadounidenses que le ofrecieron papeles secundarios en distintas series. Con su traje característico de luchador participó de un capítulo de Baywatch junto a Pamela Anderson y estuvo también en Hércules, entre otros programas.
Durante una de sus vacaciones, se prestó a jugar un partido de básquetbol en el Luna Park de Buenos Aires, integrando el equipo del entonces presidente de la Nación, Carlos Menem. Las fotografías junto a la baja estatura de Menem recorrieron el mundo.
Entre la popularidad de la pantalla chica y las peleas -de las que apenas perdió tres de las casi mil que sostuvo- el Gigante permaneció en Estados Unidos hasta 1993 para luego emigrar a Japón. Pero a esa altura, una lesión en el nervio ciático ya impedía su normal desenvolvimiento en la actividad, por lo que dos años mas tarde abandonó definitivamente la lucha y regresó a la Argentina, para radicarse en su localidad natal.
GIGANTISMO ACROMEGÁLICO
El diagnóstico de la enfermedad que iba a condicionar su existencia y terminaría finalmente con su vida, lo escuchó por primera vez cuando era demasiado tarde. Promediaba por entonces la década de los 90 y al mismo tiempo que se enteraba del diagnóstico, González conocía una cruda realidad: que esa dolencia tenía un mejor pronóstico si se la trataba desde temprana edad.
El nombre con el que los especialistas conocen a la enfermedad que González padecía es gigantismo acromegálico. Se trata de una dolencia por demás rara, con un promedio de tres personas por millón.
Es consecuencia de un exceso de hormona de crecimiento. Esto motiva que, quien la padece, no pare de crecer. Si ese proceso se limita a la edad del crecimiento y se interrumpe antes de que se cierre la epífisis del hueso, se llama gigantismo. Si continúa más tarde es gigantismo acromegálico y sus consecuencias son más graves.
Los síntomas que alarmaron a González y que más tarde llevaron al diagnóstico de la enfermedad fueron al principio sutiles: "Un día se me durmió un pie, después el otro", decía. Más tarde ya no pudo caminar y comenzó a desplazarse en una silla de ruedas.
Indican los especialistas que se manifiesta por una serie de síntomas que se producen paralelamente al crecimiento descontrolado del cuerpo.
Entre ellos se destacan la pérdida de la visión, el agrandamiento de las vísceras abdominales y del corazón, la impotencia sexual y la diabetes, que se convirtió en uno de los mayores problemas para González.
En una nota realizada en 2006, contó que estaba medicado y que habían logrado controlar los niveles de hormona del crecimiento en momentos en que el aumento del tamaño de sus huesos había llegado a un límite, pero seguían creciendo rodillas, tobillos, dedos y muñecas.
HECHOS Y ANÉCDOTAS
Lo recuerdo cuando se sentó en el living de Susana Giménez o cuando asistió a una invitación de DeporTEA, en el Paseo La Plaza. En esta última ocasión, me trasmitió su miedo de quedar ciego. Decía que si se le apagaban las luces era tiempo de irse. Es que la diabetes le iba quitando la visión y expresaba: "Es como un limpia parabrisas atascado en el ojo derecho".
Cuando se le preguntaba si había ganado dinero en su carrera decía que no, pero que no podía quejarse. Bastaba con mirar su casa al costado del camino de tierra de su ciudad natal para darse cuenta que era verdad.
Recluido en su silla de ruedas, envuelto por los recuerdos de tiempos felices, pasó sus últimos años clamando por tener una mejor salud. Según me cuentan, alguien le preguntó si aún estaba buscando su lugar en el mundo, el Gigante González respondió con amargura: "No lo voy a encontrar jamás. No en la sociedad en la que vivimos".
Así, el viernes 24 de septiembre de 2010, cayó el telón de la historia de un buenazo ser humano, de enorme rostro redondo, poseedor de una mirada dulce, trasmisora de bondad y paz interior.
Eduardo Alperín es periodista deportivo desde 1958. Fue prosecretario de deportes del diario La Nación de Buenos Aires y cubrió los Juegos Olímpicos de Montreal 76, Moscú 80, Los Angeles 84, Seúl 88, Barcelona 92, Atlanta 96, Sydney 2000 y Atenas 2004. Fue jefe de prensa del Comité Olímpico Argentino entre 1995 y 2002.
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