Fundado 9 de julio 1931. Afiliado desde 1932 y subió en 1934 a Segunda de Ascenso y en 1948 a Primera división.
Ultimo ascenso 2011. Ultimo descenso 2009.
Federales: Campeón: 1960,61,62,64,68.
- Nací donde nací deportivamente, en el Parque de los Aliados, al lado de la cancha de Tabaré que estaba a la vuelta, por Feliciano Rodríguez, ahora está en Brito del Pino. Unos años después el club compró un terreno que había ahí y unió todo. Yo desde que me conozco estaba metido adentro de la cancha.
- Ya de gurí
- Puff, antes de ir a la escuela. Yo creo que a los cuatro o cinco años ya iba y era una tranquilidad para los padres porque nos metíamos en la cancha, nos tiraban una pelota y estábamos todo el día ahí. Entonces salías jugador de básquetbol o salías. También jugaba al fútbol, en la calle como se jugaba antes, pero lo mío era básquetbol y básquetbol y permanentemente atrás de una pelota. Me acuerdo que había un canchero que se encargaba de regar y pasarle el rodillo a la tosca. Nosotros teníamos que hacerle los mandados al canchero para que después nos diera la pelota, si no, no nos dejaba jugar.
- Estaban siempre en la cancha
- Permanentemente. Además salíamos de la escuela y era cuestión de hacer los deberes de apuro y para la cancha. Y antes de ir a la escuela, también. Fue muy lindo, evidentemente. Claro, ahora uno recuerda con más nostalgia esas cosas, pero mire, ¿vio que a los chiquilines siempre se les pregunta que quieren ser de grandes? Bueno, yo siempre decía jugador de básquetbol. Mi madre me decía: “como jugador de básquetbol no ganás nada, tenés que hacer otra cosa, estudiar para ser otra cosa”. Y yo seguía con que sólo quería ser jugador de básquetbol.
- ¿Qué referentes había en aquella época en Tabaré?
- Se perdió la costumbre de la cantina, del boliche…
- Si, pero el tema es que no se puede vender bebidas los días de partido, que es cuando los cantineros hacían la diferencia. Está bien, pero eso fue cerrando las cantinas y por ende las sedes. Me acuerdo que yo iba también a la cantina de Unión Atlética donde tenía un montón de amigos, era preciosa, y marchó también. Eso alejó a la muchachada. Ahora en Tabaré dicen que hicieron una cantinita donde se juntan a jugar a las cartas…
- ¿Usted no va?
- Voy poco para Montevideo, porque si bien no estoy lejos… Ahora voy un poco más porque tengo nietos grandes y claro, por mí toda la familia es de Tabaré, entonces me dicen “vamos a ver tal partido” y voy, estoy yendo un poco más. Hace poco hicieron una fiesta muy linda para conmemorar los ochenta años, pero quedamos muy pocos jugadores de aquel equipo que salió tantas veces campeón.
- ¿Estamos hablando de la década del sesenta?
- Exactamente del sesenta. Del ’60 al ’69, que es una década entera, Tabaré estuvo los diez años en el podio. Cinco veces fue campeón, tres años segundo y dos años tercero.
- ¡Que campaña!
- En aquel tiempo los equipos no manejaban mucho dinero.
- No, siempre era un problema. Después estaba el tema de los viajes con la selección o con los clubes. En aquella época cuando un club viajaba pedía jugadores en préstamo y yo fui con muchos clubes.
Márquez evita decir, apenas lo sugiere, que no había club que no lo llevara para sus presentaciones en el exterior. Prefiere, en cambio, referirse a otros aspectos de esas instancias.
- Lo que pasa que te pagaban el viaje y nada más, había que llevar algún mango. Como yo trabajaba en el Banco (República) iba a la Caja Nacional y hacía un préstamo, pero después había que pagarlo (se ríe), no era fácil el asunto. Hasta que llegó un momento en que me casé y cuando empezaron a llegar los chiquilines tuve que dejar el básquetbol por el tema económico. Recuerdo que en un momento mi señora me dijo: “Bueno, o la pelotita o tus hijos” y bueno, ta, dejé de jugar joven por ese inconveniente, porque si no… me gustaba tanto que podía haber seguido.
Como si le pareciera que era demasiado hablar de sí mismo, casi abruptamente corta el relato para retomar la campaña de su club, aunque mantiene el hilo conductor del tema económico.
- ¿Qué hacían los hinchas cuando se ganaba uno de esos campeonatos?
- La gente se iba para la casa, poca bolilla. Es que de 24 campeonatos que organizó la Federación, todos los ganó Tabaré. Incluso inventaron un campeonato – rememora – en que jugaba Tabaré por la Primera División y los seleccionados de Segunda, Tercera y Cuarta, los que podían pedir jugadores de Primera para reforzarse. Además había “handicap” que consistía en que al seleccionado de Segunda le dábamos diez tantos de ventaja, al de Tercera veinte y a la Cuarta treinta. Treinta tantos – reafirma - y eran buenos cuadros, pero les ganamos igual. Me acuerdo que un neutral de la Federación, el Cr. Freire, me decía: “ya no podemos inventar más nada”.
- ¿A qué le atribuye esa capacidad del equipo?
- Es que salió una camada... Me acuerdo que Poyet y yo que éramos un año y medio más viejos que Gómez, Piñeiro y Otero que jugaron en juveniles y después se juntaron con nosotros dos y con “Lalo” Fernández. El técnico era (Dante) “Coco” Méndez, un tipo brillante que nos unió y dijo: “van a ver lo que vamos a hacer con este cuadro”. Para la época eran jugadores altos, y con todas las condiciones. Teníamos gol de afuera, gol de adentro, Poyet que hoy sería un petiso, con 1,95 era de los grandes, grandes.
- No, yo 1,83, jugaba de tres, de lateral.
- ¿Cuál era su fuerte?
- Bueno, yo que sé, no queda bien que yo lo diga…
- ¿Porqué no? Estamos contando lo que fue aquella época
- Sí, la verdad, ya a esta altura... Yo era bastante completo en la medida en que, por ejemplo, me gustaba marcar. Tenía berretines y a veces le decía al técnico: “a fulano dámelo a mí”. También tenía buen tiro de afuera, iba bien adentro, yo que sé, estaba bien fundamentado. Claro, al haber nacido en una cancha de básquetbol, yo miraba y asimilaba mucho. Yo recuerdo que era chico, tendría diez o doce años, y cuando alguno iba a ver a Peñarol les pedía que me llevaran. Me gustaba mucho ver jugar a “Macoco” Acosta y Lara y a Héctor Ignacio Otero, que eran dos jugadores brillantes. Claro, tenían que ir a pedirle permiso a mi madre que les ponía la condición de que me llevaran y me trajeran de vuelta a mi casa. Entonces yo miraba todo, fui un fanático del básquetbol que no tiene parangón. Y por suerte lo disfruté, viajé mucho, competí a nivel de la selección en 54 partidos oficiales. Fui a todos los campeonatos sudamericanos, panamericanos, mundiales y olimpíada. No me quedó nada.
- Sudamericanos y panamericanos un montón, ¿y olimpíadas?
- La de Japón únicamente en 1964, después se fue en 1986 con aquella selección de “Tato” López y después nunca más. Y yo creo que ya nunca más, porque ahora la forma de clasificación hace que sea casi imposible.
- Volviendo a Tabaré, me dijo que al equipo lo dirigió Dante Méndez, pero también estuvo Olguiz Rodríguez ¿no?
- Sí, estuvo y salió campeón un año. También dirigió Moglia, ahora le voy a mostrar una foto que… (hace un ademán dando a entender que atesora esa foto como algo sublime). Me acuerdo que vino un día Oscar y me dijo que quería dirigir a Tabaré. Yo le pregunté ¿para qué? Me contestó que quería salir campeón como técnico y la forma más segura era dirigir a Tabaré. Ahora le voy a mostrar – dijo poniéndose de pie para ir a buscar la foto. A lo lejos lo escucho decir:
- Es una reliquia la foto, en el club quieren que se la lleve, pero ¡¡nooo!! Al regresar me muestra un enorme poster montado en un bastidor. “Mire” - dice orgulloso - “acá está Moglia”.
- Siempre, siempre. En la selección también.
Entonces repasa el equipo
- Este es Gómez, él y yo somos los únicos, los demás están todos muertos. Este es Braida, el quinesiólogo, Otero, el Oscar (Moglia), Arzuaga que murió hace poco, pobre. Este es Piñeiro, y este Poyet. Yo la tengo en el cuarto y dos por tres la miro y digo “¡Ay, que pocos quedamos!”.
- Hace un rato me hablaba de los técnicos. ¿Quién lo dirigió en la Selección Uruguaya?
- Estuvo Méndez, Olguiz Rodríguez, pero fundamentalmente (Raúl) Ballefín que trabajaba junto con Méndez. También estuvo Javier Rey y también Bernardo Larre Borges.
- A nivel de equipos, ¿con cuáles le tocó viajar?
- Uhh, con unos cuántos, con Olimpia, por ejemplo. También con Atenas, con Bohemios, con Olivol-Mundial que viajaba mucho a Chile. Otros que iban a Chile eran los de Miramar que siempre me iban a buscar.
- ¿No viajó con Peñarol?
- No, porque Peñarol le daba una bolilla relativa al básquetbol. Me acuerdo cuando se llevaron a “Macoco” Acosta y Lara y a García Otero, que nunca se pudo comprobar, pero ya ahí había algo de profesionalismo.
- Y… - dice encogiéndose de hombros. Se sabía pero no se podía comprobar. El escándalo fue Eduardo Gordon de Malvín que fue al único que le comprobaron que era profesional porque fue a pedir pase y dijo (se golpea el bolsillo con la mano), “acá está la mía”. Después, en el año 1971, vino Di Landro de Neptuno y me pidió para que fuera a jugar un campeonato. Yo ha había dejado de jugar el año anterior, pero coincidió con que pidieron pase Arrestia y Borroni para Macabi. En ese momento los dirigentes habían hecho un pacto que, si había un pase importante lo denunciaban como profesionales. Y bueno, los denunciaron a ellos dos y a mí que había pedido pase para Neptuno, caí en la bolsa. Se armó un lío bárbaro en Tabaré porque yo ya no jugaba y les había dicho que iba a ir a jugar a Neptuno para darle una mano a un amigo. Al final no pasó nada, no conmigo, con Arrestia y Borroni, y ahí sí que empezó todo, hasta que por lógica se terminó profesionalizando el básquetbol.
- ¿Cómo se daba ese profesionalismo?
- Bueno, en Macabi por ejemplo estaba el dueño de Motorola que les consiguió pase a estos dos (Moglia y Borroni) y así pudieron hacer mucha plata.
La charla deriva hacia otros temas. Me cuenta que cuando nacieron sus dos últimos hijos tuvo que terminar su casita de veraneo y convertirla en una casa para ir a vivir con su familia. Allí vive desde hace 31 años y, si bien está solo, no se siente en soledad. “Mis hijos no se volvieron más”, comenta, refiriéndose a que todos viven en las cercanías. “Si no vienen ellos, voy yo a verlos”. Cuando el más chico de ellos tenía ocho años y el más grande 19, quedó viudo y su orgullo es haberse dedicado de lleno a su familia. Ahora vive feliz en ese caserón de cuatro dormitorios y dos baños, dos terrenos, sus plantas, el barrillero, la familia y los amigos. “De acá no me voy”. Ante el menor atisbo de que la tristeza pudiera apoderarse de esa primera mañana primaveral del año, elijo cambiar de tema.
- ¿Ha visto el preolímpico de Argentina?
- Si, todos los días, no me perdí nada. Creo que no anduvieron los que tenían que andar, como Batista y García Morales. Era un plantel muy chico, y todavía se lesionan dos que son titulares, titulares. Además el “Pica” Aguiar es el único en su puesto, no tiene suplente.
- ¿Cómo ve al básquetbol uruguayo de hoy comparado con su época?
- Es diferente, ahora se juega más en conjunto, si bien hay individualidades, porque siempre uno se destaca más que otro. Pero está muy “americanizado” –dice refiriéndose al básquetbol de Estados Unidos – ahora se hacen cambios permanentemente. Nosotros jugábamos los cuarenta minutos y si nos sacaban faltando cinco pataleábamos. Reconozco que ahora es más intenso, primero porque la tenencia de la pelota es menor, son 24 segundos, antes eran 30. No es tanta la diferencia, pero se hace mucho más ágil. También han cambiado las reglas. Antes se renunciaba a los tiros libres y eso hacía que se tuviera más posesión de la pelota y aquietaba el juego. Por ejemplo en un tiempo Olimpia, si sacaba seis tantos de ventaja, ya no perdía más, retenían la pelota, se la iban pasando unos a otros en lo que se llamaba la “figura ocho”. Eso fue antes del sesenta, después cambiaron las reglas.
- ¿Qué falta para ser más competitivo a nivel internacional?
- ¿Piensa que con la Liga Nacional se mejoró algo?
- Se ha intentado abarcar todo el país pero es muy difícil, no hay plata, los equipos del interior no pueden competir. En Argentina es distinto, por ejemplo los equipos de Córdoba, de La Plata, o de Bahía Blanca, por decir algo, son potencias.
Al igual que en otras entrevistas aparece, una vez más, como de la nada, la referencia a Oscar Moglia. Walter dice que era un jugador “casi” completo, porque no le gustaba marcar. “Pero era un fenómeno, y eso que no lo ayudaba el físico y no se cuidaba nada. Jugaba todo en base a piernas y rodilla”. Le pregunto por Adesio Lombardo y me dice que “tenía una extraordinaria puntería, pero nada más”.
- Usted dice que Moglia no se cuidaba nada pero ¿cómo era la preparación física en esa época?
- Lo único que se hacía era salir a correr y un poco de gimnasia, no había controles médicos, ni nutricionistas, nada de eso. Es más, al terminar los partidos se hacían comilonas. Pero el básquetbol es un deporte que si uno lo practica, y va y tira cuatro horas por día llega un momento en que emboca.
- ¿Porqué se erran tantos libres entonces?
- Se erran sí – dice lamentándose. Es muy raro eso, yo no sé, para mí que es un problema de práctica. Yo practicaba muchos libres y prácticamente no erraba y eso que antes eran canchas abiertas y cuando había viento tenías que ver para donde iba el viento y tirar para acá o para allá para que entrara. Lo mismo que los pisos, nosotros jugábamos en vitumen. Ahora juegan en piso flotante y claro, ¿cómo no la van a hundir? Una vez estábamos de gira y fuimos a Los Ángeles a practicar en un colegio y ya tenían de ese piso. Y casi todos la hundían, nos quedamos helados, saltábamos no sé cuántos centímetros más que acá. Recuerdo que estaba sobre corcho esa cancha.
- ¿En Uruguay no había ninguna cancha como esa?
- ¡Qué va a haber! Lo más parecido era la de Bohemios que era de parquet, duro, porque estaba puesto sobre el piso.
- ¿Cuándo dejó de jugar?
- A los treinta años.
- ¿No jugó en veteranos?
- Jugué sí. Jugué los primeros tiempos con Peñarol y salí campeón. Fui a un Panamericano, jugué en la cancha de River en Argentina, fui a Paraguay. Fui porque me invitó Piñeiro que era muy amigo mío de Tabaré y al final que le detectaron cáncer a la piel y se murió. Eso me afectó mucho y ya no quise jugar más. El “Quique” Baliño, que tiene como 86 años, sigue jugando, está bárbaro, operado de la cadera juega todos los días.
- ¿Qué siente que le dejó el básquetbol?
En el terreno nos quedamos conversando un rato más. Me mostró con orgullo su casa, muchos detalles de su construcción, un viejo tablero donde jugaban sus hijos con todos los gurises de la zona y me reiteró que se siente muy a gusto en ese lugar. Quedé convencido de que Walter Márquez, (“el Cabeza” para sus amigos), todavía tiene mucho para compartir. Yo me llevo un buen puñado de sus recuerdos, y la satisfacción que trasmite de haber vivido intensamente. El me despidió jocoso diciendo: “ve, ahora que viene este tiempo lindo, me pongo la bermuda y no me la saco hasta el año que viene”. Como dirían los muchachos, “un fenómeno”.
Estimado Flavio, cómo te va? Mi nombre es Tomás Rossi, y estoy haciendo una investigación para conocer más a fondo detalles perdidos en la narración de la historia del Club Tabaré. Me gustaría ponerme en contacto contigo, para conocer más sobre algunas de las fotos de esta publicación.
ResponderEliminarMi mail es trossi@clubtabare.com.uy
Muchas gracias!